viernes, 11 de abril de 2014

Caricias por dinero

Reportaje publicado en la revista Chilango, mayo de 2005.



















"Me encanta volar, por eso me llamo Angelina… porque tengo alas como ángel". Hace apenas unos minutos que nos presentamos, pero hay algo en ella que me hace creer en todo lo que dice. Su belleza está formada por contrastes: piel muy blanca, uñas muy rojas, ojos muy azules. Un mesero veinteañero se acerca y queda pasmado al verle la sonrisa. Tartamudea y pregunta nervioso si queremos ordenar algo. Angelina pide agua y le vuelve a sonreír. "Es por naturaleza: me encanta seducir todo el tiempo; a hombres y a mujeres. Soy una mujer hipersexual", me dice, contenta por haberse salido con la suya.

Llegó de Buenos Aires hace apenas unos meses. Traía consigo una valija, su pasaporte y un contrato firmado para trabajar aquí durante un mes. ¿Por qué México? "Porque México es mágico —dice—. Aquí te pasan cosas que no te pasan en otros lugares. Todos los días son diferentes y… ¡me encanta!". Ya ha cambiado de planes y piensa estar aquí mucho tiempo más. Asegura que hasta 2003 fue la secretaria privada del vicepresidente del Banco de la Provincia, en Buenos Aires. Un buen empleo que le permitía pagar un departamento a plazos y solventar los gastos médicos de su madre enferma. Luego vino el cambio de gobierno en su país y se quedó sin trabajo. Empezaba a desesperarse cuando un anuncio en el periódico le abrió nuevas perspectivas: "Chicas de buen nivel, para viajar a México". Angelina supo de qué se trataba: "En mi país eso es algo común, y sabemos que significa venir a trabajar de escort. Buscan chicas blancas, con buen cuerpo y cara linda". 

Contacto en México

Se hace llamar Sony. Es el propietario y administrador de Zona Divas, uno de los portales de internet más importantes entre los que anuncian chicas escorts en México. Desde hace tres años es el encargado de que, quien navegue por este sitio pueda encontrar a más de sesenta esculturales chicas posando prometedoramente e invitando al lector a gozar de "momentos inolvidables", a cambio de 2,500 pesos por hora en promedio. Junto a las fotografías, cada chica da los pormenores de lo que el cliente puede hacer o dejar que le hagan por ese precio. Sony explica: "Tú puedes contratar a una chica, por ejemplo, para que te acompañe a la boda de tu hermano, porque necesitas una acompañante de lujo: linda, bonita, de buen cuerpo, que te haga quedar bien… o puedes también contratarla para pasar un momento de erotismo, de sexo. Una escort representa el nivel más alto de la prostitución, pero abarca mucho más que sexo".

Luego cuenta un poco de historia de cuando las opciones para contratar servicios sexuales se limitaban a las casas de citas, los "seudospas" —donde al coito se le dice masaje de relajación—, las calles mismas o el clasificado del periódico, donde la ausencia de fotografías propiciaba, y propicia aún, engaños espectaculares: "El cliente llamaba y le decían que le iban a mandar una argentina alta, rubia, ojos azules… y le enviaban a una chacha, bajita, de 70 kilos, que nada que ver".

Pero un día a alguien se le ocurrió utilizar internet para publicitar el servicio escort, como veían que funcionaba en otros países. "A la gente le despierta mucha curiosidad saber que puede contactar a una chava habiendo visto realmente lo que es y sin tener que salir de casa. Todo mundo ha tenido la fantasía de la chava por catálogo y a domicilio. En Estados Unidos y en Sudamérica se podía, pero a México este concepto llegó hasta 2001".

De Argentina con amor

"¿Y es sin límite de relaciones?", le preguntan frecuentemente cuando llaman a pedir informes. "Claro, mi amor, las veces que querás y podás… Sí, al precio que viste en la página. Vamos a hacer todo lo que se te antoje; lo vas a disfrutar mucho, cariño, como si estuvieras con tu novia. Instálate en tu habitación, me volvés a llamar y voy contigo a consentirte, ¿te parece? Bueno, no tardés, eh. Te mando besitos, ciao".

La cita queda hecha en dos minutos. Si se trata de un cliente conocido, Angelina no tiene problema en acudir a su domicilio. Pero si es alguien que llama por primera vez, el servicio tiene que realizarse, por seguridad, en un hotel.

Cuando Angelina se puso en contacto con las personas del anuncio, le ofrecieron un pasaje a México, casa, comida y publicidad en internet, a cambio de 50% de lo que ganara como escort. Había oído de varias chicas a las que les había ido bien, así que aceptó. Al llegar se encontró con un montón de compatriotas que se dedicaban a lo mismo. Otras eran brasileñas y apenas unas cuantas, mexicanas. Por lo que conoce, Sony calcula que, si mucho, las nacionales alcanzan 5% de la oferta. Se debe a la cultura. A la mexicana no le gusta ser escort. En Argentina, Brasil y todo Sudamérica es un trabajo como cualquier otro: modelo, secretaria o cualquier otra cosa. La mexicana lo ve mal, pero la sudamericanas lo ven como una buena oportunidad".





Kary es escort desde hace siete años y cuenta que ha trabajado en Chile, Brasil, Jamaica, Uruguay, además de Argentina, su país. Llegó a México hace poco más de un año y está contenta: "Acá fue donde mejor química hice con la gente. Me gusta la manera de ser de los mexicanos porque son como malos, remachistas; luego una les pega cuatro gritos y ahí quedan —ríe—. Además aquí gustan mucho las argentinas. Yo encajo en el prototipo de chica de los mexicanos". Hay que decir también que en Buenos Aires una escort cobra 100 dólares por una hora de servicio, apenas poco más de la mitad de lo que puede cobrar aquí.

Angelina no había terminado de instalarse en la ciudad cuando su celular ya no se daba abasto. Un par de páginas en internet anunciándola como recién llegada generó tal impacto que daba hasta seis servicios por día. Cumplido el mes se dio cuenta de que era mejor trabajar por cuenta propia. Ahora ya terminó de pagar su departamento en Buenos Aires, ayuda a su madre, vive bien aquí y le sobra para ahorrar. Cobra la hora en 2,500 pesos, normalmente, pero si se trata de extranjeros que piden idiomas —ella afirma que habla inglés y francés— o alguien que llame en la madrugada pidiendo atención urgente, el precio puede subir hasta 3,500, y no tiene que darle un porcentaje a nadie.

Es claro que Angelina se siente a gusto hablando de sí misma y de la manera en que ha decidido llevar su vida. "Tal vez a otras chicas les guste más estar en casa, tener hijos, estar con una pareja todo el tiempo. Yo no soy así. Si a vos te gusta seducir y sos apasionada, hay emoción en ir a conocer a alguien cuando no sabés quién te va a tocar. Me emocionan las historias, la aventura. Esto para mí es una diversión".

Lo mismo ocurre con Kary. Ha ganado lo suficiente para darse el nivel de vida que desea y disfruta su trabajo. ¿Qué si le tocan clientes feos? Por supuesto que sí, pero eso no le importa mucho. "No voy mentalizada a encontrar un tipo de 1.90, bronceado, ojos verdes, lindo perfume y olor a talquito en las bolas. Si es así, ¡wow!, me lo como. Pero si no, no importa, cuando tenés una buena conexión es lindo igual".

El tamaño sí importa

Cuando le llamé por teléfono me aseguró que no iba a tener problemas para identificarlo, y no se equivocó. "Voy a ir con una camisa roja y un pantalón negro. Soy alto, tengo los pelos parados y pintados de güero". Eso fue suficiente pero, dos detalles más, no mencionados por Dylan, me parecieron decisivos: los pupilentes grises que le daban un aspecto gatuno y un mentón que me recordó a Jaime Moreno, aquel galán de los años 60. 


















Empezó a contarme su historia en un Burger King de la Zona Rosa. "Ahorita mi actividad principal es ser escort, donde menos tiempo inviertes para ganar más. Pero yo en realidad empecé siendo stripper, luego chippendale (la diferencia es que los primeros se desnudan por completo y los segundos se dejan la tanga puesta). Estuve en el 'Sólo para mujeres', y así he ido haciendo un poco de todo". Dentro de ese "todo" está actuar en películas y en fotonovelas pornográficas. No es difícil entender como una cosa lo lleva a la otra. El punto de partida: la necesidad económica.

Dylan es de Ecatepec. Cuenta que cursó la carrera de Derecho pero en el trabajo que consiguió como abogado le pagaban muy poco y decidió modificar su perfil. Como acompañante no gana lo mismo que una chica. Su servicio cuesta 1,600 pesos la hora y es de los mejor cotizados porque sabe hacer su trabajo y tiene con qué, asegura. "Cuando llaman, piden especificaciones básicas del cuerpo, y el tamaño es muy importante. Pero realmente lo que hace que una clienta te vuelva a llamar es que manejes varias posiciones, que las hagas sentir bien, que le digas cosas lindas durante la relación". Da por lo menos tres servicios al día y si le va bien pueden ser hasta cinco. ¡¿Cinco diarios?! "Si estoy con una señora no agraciada cierro los ojos y me pongo a pensar en mi novia… cosas excitantes. Además no eyaculo. Eso da mayor capacidad de erección. También es cuestión de práctica, aunque también hay pastillas, inyecciones… unos recurren al Viagra o a bombas de vacío, pero eso desmotiva a la clienta. Ya cuando tienes práctica no lo necesitas".

Trabajar como escort no significa dinero fácil. Implica, entre otras cosas, pasar dos horas diarias en el gimnasio, tener sexo hasta cinco veces al día sin eyacular y con "señoras no agraciadas", dominar varias posiciones y estar dispuesto a cumplir todo tipo de fantasías, como dejar una dosis de orina para que la clienta haga paletas heladas con ella. "Así, cuando me extraña y yo no puedo ir porque estoy de viaje, ella se come una paleta para no sentirse tan mal; al menos eso es lo que me cuenta".

Muchas de sus clientas son mujeres que se sienten solas y lo que más necesitan es alguien que las escuche. Dylan les ofrece la atención que necesitan. También para él, la soledad es lo peor de su trabajo. "Está lleno de gente que te halaga, pero ya cuando estás en tu cuarto te sientes la persona más sola del mundo".

Don de lengua

Dylan conoció a Vivian mientras hacían una fotonovela erótica. Ella, como él, es parte de la minoría de escorts mexicanos, y tiene sus opinión sobre las inmigrantes argentinas: "El cliente mexicano piensa: de pagar 2,000 pesos a una mexicana, mejor pago 3,000 a una argentina que habla bonito… y pues es muy triste que vengan a nuestro país a llevarse la lana". La diferencia es notoria: mientras las importadas Kary y Angelina pueden atender hasta a seis clientes en un día, para Vivian tres en una semana significan una buena racha, no obstante que cuenta con una carrera en Letras que le permite dar un servicio especial: "De repente un cliente me está platicando de alguien y le digo: él está actuando como tal personaje de tal obra o ese es un personaje complejo… claro, con virtudes y defectos, pero su vida es una farsa".

Y así es como esta estudiosa de la obra de Molière, García Lorca y Shakespeare, su predilecto, encontró al fin la forma de ejercer su profesión, ya que al egresar de la UNAM se topó con una oferta de trabajo raquítica que la obligó a explorar otros territorios. Participó como extra en las películas La cigüeña se equivocó (con María Elena Velasco, mejor conocida como La India María) y Más que alcanzar una estrella (con Ricky Martin y demás Muñecos de Papel). Luego vio un anuncio de periódico en el que solicitaban edecanes y decidió llevar sus fotos, aunque no esperaba descubrir lo que encontró. Se trataba de una agencia que también contrataba chicas para ofrecer servicios escort.

No era una decisión fácil para Vivian, que había recibido una educación conservadora, y cuya vida sexual hasta entonces había sido moderada. "Antes de empezar a trabajar sólo tuve dos novios, con los cuales empecé a tener relaciones hasta después de los dos meses de salir con ellos. Mi primera relación la tuve a los 22, con mi primer novio y estaba enamorada. Pero bueno, me fui abriendo de criterio hasta que ya...".

Ahora tiene más de tres años dedicándose a esto pero no ha abandonado su afición por las letras. Quiere revelarse próximamente como escritora. "De conocer tanta gente y vivir tantas historias, fácilmente puedo escribir un libro —asegura—. He escrito ya algunas cosas que me gustaría ver con editoriales propuestas para publicar".

Antes de despedirnos saca una tarjeta de presentación, anota al reverso sus datos actuales y me la obsequia “por si se ofrece”. Junto a su fotografía —donde aparece vestida en lencería, botas altas, lentes oscuros y sombrero de cowboy— se lee: "Vivian, artículos de piel".

¿Te gustó, mi amor?
Big Brother tiene 30 años y es analista financiero. Hace algunos años unos amigos le hablaron del servicio escort; desde entonces contrata una o dos veces por mes la compañía de lo que él mismo llama una "mujer bella, inteligente y complaciente". Ahora que, si hay algo importante que celebrar, solicita el servicio de dos chicas, ya que para él no hay nada mejor para combatir las presiones y el estrés. Recomienda el servicio, pero advierte: "Business are business: ¡No te enamores!".

Big Brother es el nickname que usa al participar en el foro divas.com.mx, un espacio en el que los clientes suelen hablar de diversos temas: negocios, viajes, arte, literatura y hasta filosofía; pero, sobre todo, de las chicas, musas inspiradoras de auténtica poesía erótica. La muestra está en los relatos que hacen algunos apasionados foristas. Kaltar escribe: "…nos fundimos como un solo cuerpo y, con movimientos rítmicos y salvajes, fui sometido por esta hembra que se transforma a la hora de amar. Aún desnuda sobre el sofá, me preguntó con voz angelical: '¿Te gustó, mi amor?'. Totalmente domado la miré, me perdí en sus ojos y sonreí al tiempo que prendía otro cigarro".

Se autodenominan "la cofradía" y se han integrado tanto que trascienden el espacio virtual reuniéndose mes tras mes en megafiestas en las que las mismas divas son anfitrionas, y todos quieren ser invitados. El derecho de admisión se obtiene hasta registrar en el foro al menos tres experiencias con las chicas, es decir, previo consumo mínimo de 6,000 pesos. El líder del comité organizador, me dice: "Imagínate a unas 80 personas, empresarios, tomando una copa con 30 chicas en traje de noche. Por el nivel de la gente que va no se permite el clásico comentario barbaján de: "Ay, mamacita, qué buena estás…". A las escort se les trata como damas y ellas a los clientes los tratan como caballeros".

El público es heterogéneo —la mayoría tiene entre 22 y 35 años, aunque hay clientes de hasta 70 o más— pero un factor común es, por fuerza, una capacidad adquisitiva que les permite darse este tipo de regalos. "Hay gente que no puede estar sola 
—dispara Angelina. Un día viaja la esposa o la novia, y tal vez no tienen ganas de sexo, pero te llaman porque no quieren dormir solos. No es preciso decir que vendemos sexo, lo principal es que vendemos compañía. A mí me han pagado 3,000 pesos por desayunar con alguien".

Pacto con el diablo

Han pasado unos minutos cuando el mesero vuelve con el pretexto de atendernos. Quiere cosechar una nueva sonrisita y Angelina no la niega. "Debes de ser muy afortunada en el amor", le digo, pero su respuesta es negativa. Le pregunto, incrédulo, si acaso una vez fue rechazada. "No, no fui rechazada, pero no se trata sólo de eso. Si yo no me enamoro no me sirve, tiene que ser de dos. Y a mí lo que me pasa es me enamoro en cinco minutos pero me desenamoro en cinco segundos. Pacté con el diablo: soy afortunada en el dinero, pero desafortunada en el amor". Tal vez ése sea el destino de una diva que vive para sus clientes, pienso: cinco minutos de encanto y luego nada.

Angelina ha sido generosa al conversar más de una hora conmigo. Su celular no ha dejado de sonar y para ella no hay nada más importante que la llamada de un cliente. Esta vez sí contesta. Es una profesional y me dice que no quiere llegar tarde a su cita, así que, irremediablemente, me despido.





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