"Me
encanta volar, por eso me llamo Angelina… porque tengo alas como ángel".
Hace apenas unos minutos que nos presentamos, pero hay algo en ella que me hace
creer en todo lo que dice. Su belleza está formada por contrastes: piel muy
blanca, uñas muy rojas, ojos muy azules. Un mesero veinteañero se acerca y
queda pasmado al verle la sonrisa. Tartamudea y pregunta nervioso si queremos
ordenar algo. Angelina pide agua y le vuelve a sonreír. "Es por
naturaleza: me encanta seducir todo el tiempo; a hombres y a mujeres. Soy una
mujer hipersexual", me dice, contenta por haberse salido con la suya.
Llegó de
Buenos Aires hace apenas unos meses. Traía consigo una valija, su pasaporte y
un contrato firmado para trabajar aquí durante un mes. ¿Por qué México?
"Porque México es mágico —dice—. Aquí te pasan cosas que no te pasan en
otros lugares. Todos los días son diferentes y… ¡me encanta!". Ya ha
cambiado de planes y piensa estar aquí mucho tiempo más. Asegura que hasta 2003
fue la secretaria privada del vicepresidente del Banco de la Provincia, en
Buenos Aires. Un buen empleo que le permitía pagar un departamento a plazos y
solventar los gastos médicos de su madre enferma. Luego vino el cambio de gobierno
en su país y se quedó sin trabajo. Empezaba a desesperarse cuando un anuncio en el
periódico le abrió nuevas perspectivas: "Chicas de buen nivel, para viajar
a México". Angelina supo de qué se trataba: "En mi país eso es algo
común, y sabemos que significa venir a trabajar de escort. Buscan chicas
blancas, con buen cuerpo y cara linda".
Contacto en México
Se hace
llamar Sony. Es el propietario y administrador de Zona Divas, uno de los
portales de internet más importantes entre los que anuncian chicas escorts en
México. Desde hace tres años es el encargado de que, quien navegue por este
sitio pueda encontrar a más de sesenta esculturales chicas posando
prometedoramente e invitando al lector a gozar de "momentos
inolvidables", a cambio de 2,500 pesos por hora en promedio. Junto a las fotografías,
cada chica da los pormenores de lo que el cliente puede hacer o dejar que le
hagan por ese precio. Sony explica: "Tú puedes contratar a una chica, por
ejemplo, para que te acompañe a la boda de tu hermano, porque necesitas una acompañante de lujo: linda, bonita, de buen cuerpo, que te haga quedar bien… o
puedes también contratarla para pasar un momento de erotismo, de sexo. Una
escort representa el nivel más alto de la prostitución, pero abarca mucho más
que sexo".
Luego
cuenta un poco de historia de cuando las opciones para contratar servicios
sexuales se limitaban a las casas de citas, los "seudospas" —donde al
coito se le dice masaje de relajación—, las calles mismas o el clasificado del
periódico, donde la ausencia de fotografías propiciaba, y propicia aún, engaños
espectaculares: "El cliente llamaba y le decían que le iban a mandar una
argentina alta, rubia, ojos azules… y le enviaban a una chacha, bajita, de 70
kilos, que nada que ver".
Pero un
día a alguien se le ocurrió utilizar internet para publicitar el servicio
escort, como veían que funcionaba en otros países. "A la gente le
despierta mucha curiosidad saber que puede contactar a una chava habiendo visto
realmente lo que es y sin tener que salir de casa. Todo mundo ha tenido la fantasía
de la chava por catálogo y a domicilio. En Estados Unidos y en Sudamérica se
podía, pero a México este concepto llegó hasta 2001".
De Argentina con amor
"¿Y
es sin límite de relaciones?", le preguntan frecuentemente cuando llaman a
pedir informes. "Claro, mi amor, las veces que querás y podás… Sí, al
precio que viste en la página. Vamos a hacer todo lo que se te antoje; lo vas a
disfrutar mucho, cariño, como si estuvieras con tu novia. Instálate en tu
habitación, me volvés a llamar y voy contigo a consentirte, ¿te parece? Bueno, no tardés, eh. Te mando besitos, ciao".
La cita
queda hecha en dos minutos. Si se trata de un cliente conocido, Angelina no
tiene problema en acudir a su domicilio. Pero si es alguien que llama por
primera vez, el servicio tiene que realizarse, por seguridad, en un hotel.
Cuando
Angelina se puso en contacto con las personas del anuncio, le ofrecieron un
pasaje a México, casa, comida y publicidad en internet, a cambio de 50% de lo
que ganara como escort. Había oído de varias chicas a las que les había ido
bien, así que aceptó. Al llegar se encontró con un montón de compatriotas que
se dedicaban a lo mismo. Otras eran brasileñas y apenas unas cuantas,
mexicanas. Por lo que conoce, Sony calcula que, si mucho, las nacionales alcanzan
5% de la oferta. Se debe a la cultura. A la mexicana no le gusta ser escort. En
Argentina, Brasil y todo Sudamérica es un trabajo como cualquier otro: modelo,
secretaria o cualquier otra cosa. La mexicana lo ve mal, pero la sudamericanas
lo ven como una buena oportunidad".
Kary
es escort desde hace siete años y cuenta que ha trabajado en Chile, Brasil,
Jamaica, Uruguay, además de Argentina, su país. Llegó a México hace poco más de
un año y está contenta: "Acá fue donde mejor química hice con la gente. Me
gusta la manera de ser de los mexicanos porque son como malos, remachistas;
luego una les pega cuatro gritos y ahí quedan —ríe—. Además aquí gustan mucho
las argentinas. Yo encajo en el prototipo de chica de los mexicanos". Hay
que decir también que en Buenos Aires una escort cobra 100 dólares por una hora
de servicio, apenas poco más de la mitad de lo que puede cobrar aquí.
Angelina
no había terminado de instalarse en la ciudad cuando su celular ya no se daba
abasto. Un par de páginas en internet anunciándola como recién llegada generó
tal impacto que daba hasta seis servicios por día. Cumplido el mes se dio
cuenta de que era mejor trabajar por cuenta propia. Ahora ya terminó de pagar
su departamento en Buenos Aires, ayuda a su madre, vive bien aquí y le sobra
para ahorrar. Cobra la hora en 2,500 pesos, normalmente, pero si se trata de
extranjeros que piden idiomas —ella afirma que habla inglés y francés— o
alguien que llame en la madrugada pidiendo atención urgente, el precio puede
subir hasta 3,500, y no tiene que darle un porcentaje a nadie.
Es
claro que Angelina se siente a gusto hablando de sí misma y de la manera en que
ha decidido llevar su vida. "Tal vez a otras chicas les guste más estar en
casa, tener hijos, estar con una pareja todo el tiempo. Yo no soy así. Si a vos
te gusta seducir y sos apasionada, hay emoción en ir a conocer a alguien cuando
no sabés quién te va a tocar. Me emocionan las historias, la aventura. Esto
para mí es una diversión".
Lo
mismo ocurre con Kary. Ha ganado lo suficiente para darse el nivel de vida que
desea y disfruta su trabajo. ¿Qué si le tocan clientes feos? Por supuesto que
sí, pero eso no le importa mucho. "No voy mentalizada a encontrar un tipo
de 1.90, bronceado, ojos verdes, lindo perfume y olor a talquito en las bolas.
Si es así, ¡wow!, me lo como. Pero si no, no importa, cuando tenés una buena
conexión es lindo igual".
El tamaño sí importa
Cuando le llamé por teléfono me aseguró que no iba a tener problemas
para identificarlo, y no se equivocó. "Voy a ir con una camisa roja y un
pantalón negro. Soy alto, tengo los pelos parados y pintados de güero".
Eso fue suficiente pero, dos detalles más, no mencionados por Dylan, me
parecieron decisivos: los pupilentes grises que le daban un aspecto
gatuno y un mentón que me recordó a Jaime Moreno, aquel galán de los
años 60.
Empezó a contarme su historia en un Burger King de la Zona Rosa. "Ahorita mi actividad principal es ser escort, donde menos tiempo inviertes para ganar más. Pero yo en realidad empecé siendo stripper, luego chippendale (la diferencia es que los primeros se desnudan por completo y los segundos se dejan la tanga puesta). Estuve en el 'Sólo para mujeres', y así he ido haciendo un poco de todo". Dentro de ese "todo" está actuar en películas y en fotonovelas pornográficas. No es difícil entender como una cosa lo lleva a la otra. El punto de partida: la necesidad económica.
Dylan
es de Ecatepec. Cuenta que cursó la carrera de Derecho pero en el trabajo que
consiguió como abogado le pagaban muy poco y decidió modificar su perfil. Como
acompañante no gana lo mismo que una chica. Su servicio cuesta 1,600 pesos la
hora y es de los mejor cotizados porque sabe hacer su trabajo y tiene con qué, asegura.
"Cuando llaman, piden especificaciones básicas del cuerpo, y el tamaño es
muy importante. Pero realmente lo que hace que una clienta te vuelva a llamar
es que manejes varias posiciones, que las hagas sentir bien, que le digas cosas
lindas durante la relación". Da por lo menos tres servicios al día y si
le va bien pueden ser hasta cinco. ¡¿Cinco diarios?! "Si estoy con una
señora no agraciada cierro los ojos y me pongo a pensar en mi novia… cosas
excitantes. Además no eyaculo. Eso da mayor capacidad de erección. También es
cuestión de práctica, aunque también hay pastillas, inyecciones… unos recurren
al Viagra o a bombas de vacío, pero eso desmotiva a la clienta. Ya cuando
tienes práctica no lo necesitas".
Trabajar como escort no significa dinero fácil. Implica, entre otras cosas, pasar dos horas diarias en el gimnasio, tener sexo hasta cinco veces al día sin eyacular y con "señoras no agraciadas", dominar varias posiciones y estar dispuesto a cumplir todo tipo de fantasías, como dejar una dosis de orina para que la clienta haga paletas heladas con ella. "Así, cuando me extraña y yo no puedo ir porque estoy de viaje, ella se come una paleta para no sentirse tan mal; al menos eso es lo que me cuenta".
Muchas de sus clientas son mujeres que se sienten solas y lo que más necesitan es alguien que las escuche. Dylan les ofrece la atención que necesitan. También para él, la soledad es lo peor de su trabajo. "Está lleno de gente que te halaga, pero ya cuando estás en tu cuarto te sientes la persona más sola del mundo".
Don de lengua
Dylan
conoció a Vivian mientras hacían una fotonovela erótica. Ella, como él, es
parte de la minoría de escorts mexicanos, y tiene sus opinión sobre las
inmigrantes argentinas: "El cliente mexicano piensa: de pagar 2,000 pesos
a una mexicana, mejor pago 3,000 a una argentina que habla bonito… y pues es
muy triste que vengan a nuestro país a llevarse la lana". La diferencia es
notoria: mientras las importadas Kary y Angelina pueden atender hasta a seis
clientes en un día, para Vivian tres en una semana significan una buena racha,
no obstante que cuenta con una carrera en Letras que le permite dar un servicio
especial: "De repente un cliente me está platicando de alguien y le digo:
él está actuando como tal personaje de tal obra o ese es un personaje complejo…
claro, con virtudes y defectos, pero su vida es una farsa".
Y
así es como esta estudiosa de la obra de Molière, García Lorca y Shakespeare, su predilecto, encontró al fin la forma de ejercer su profesión, ya que al egresar
de la UNAM se topó con una oferta de trabajo raquítica que la obligó a explorar
otros territorios. Participó como extra en las películas La cigüeña se
equivocó (con María Elena Velasco, mejor conocida como La India María) y Más
que alcanzar una estrella (con Ricky Martin y demás Muñecos de Papel).
Luego vio un anuncio de periódico en el que solicitaban edecanes y decidió
llevar sus fotos, aunque no esperaba descubrir lo que encontró. Se trataba de
una agencia que también contrataba chicas para ofrecer servicios escort.
No era una decisión fácil para Vivian, que había recibido una educación conservadora, y cuya vida sexual hasta entonces había sido moderada. "Antes de empezar a trabajar sólo tuve dos novios, con los cuales empecé a tener relaciones hasta después de los dos meses de salir con ellos. Mi primera relación la tuve a los 22, con mi primer novio y estaba enamorada. Pero bueno, me fui abriendo de criterio hasta que ya...".
Ahora tiene más de tres años dedicándose a esto pero no ha abandonado su afición por las letras. Quiere revelarse próximamente como escritora. "De conocer tanta gente y vivir tantas historias, fácilmente puedo escribir un libro —asegura—. He escrito ya algunas cosas que me gustaría ver con editoriales propuestas para publicar".
Antes de despedirnos saca una tarjeta de presentación, anota al reverso sus datos actuales y me la obsequia “por si se ofrece”. Junto a su fotografía —donde aparece vestida en lencería, botas altas, lentes oscuros y sombrero de cowboy— se lee: "Vivian, artículos de piel".
¿Te gustó, mi amor?
Big
Brother tiene 30 años y es analista financiero. Hace algunos años unos amigos
le hablaron del servicio escort; desde entonces contrata una o dos veces por
mes la compañía de lo que él mismo llama una "mujer bella, inteligente y
complaciente". Ahora que, si hay algo importante que celebrar, solicita el
servicio de dos chicas, ya que para él no hay nada mejor para combatir las
presiones y el estrés. Recomienda el servicio, pero advierte: "Business
are business: ¡No te enamores!".
Big
Brother es el nickname que usa al participar en el foro divas.com.mx,
un espacio en el que los clientes suelen hablar de diversos temas: negocios,
viajes, arte, literatura y hasta filosofía; pero, sobre todo, de las chicas, musas
inspiradoras de auténtica poesía erótica. La muestra está en los relatos que
hacen algunos apasionados foristas. Kaltar escribe: "…nos fundimos como un
solo cuerpo y, con movimientos rítmicos y salvajes, fui sometido por esta
hembra que se transforma a la hora de amar. Aún desnuda sobre el sofá, me
preguntó con voz angelical: '¿Te gustó, mi amor?'. Totalmente domado la miré,
me perdí en sus ojos y sonreí al tiempo que prendía otro cigarro".
Se
autodenominan "la cofradía" y se han integrado tanto que trascienden
el espacio virtual reuniéndose mes tras mes en megafiestas en las que las
mismas divas son anfitrionas, y todos quieren ser invitados. El derecho de
admisión se obtiene hasta registrar en el foro al menos tres
experiencias con las chicas, es decir, previo consumo mínimo de 6,000 pesos. El
líder del comité organizador, me dice: "Imagínate a unas 80 personas,
empresarios, tomando una copa con 30 chicas en traje de noche. Por el nivel de
la gente que va no se permite el clásico comentario barbaján de: "Ay,
mamacita, qué buena estás…". A las escort se les trata como damas y ellas
a los clientes los tratan como caballeros".
El público es heterogéneo —la mayoría tiene entre 22 y 35 años, aunque hay clientes de hasta 70 o más— pero un factor común es, por fuerza, una capacidad adquisitiva que les permite darse este tipo de regalos. "Hay gente que no puede estar sola —dispara Angelina—. Un día viaja la esposa o la novia, y tal vez no tienen ganas de sexo, pero te llaman porque no quieren dormir solos. No es preciso decir que vendemos sexo, lo principal es que vendemos compañía. A mí me han pagado 3,000 pesos por desayunar con alguien".
Pacto con el diablo
Han
pasado unos minutos cuando el mesero vuelve con el pretexto de atendernos.
Quiere cosechar una nueva sonrisita y Angelina no la niega. "Debes de ser muy
afortunada en el amor", le digo, pero su respuesta es negativa. Le
pregunto, incrédulo, si acaso una vez fue rechazada. "No, no fui
rechazada, pero no se trata sólo de eso. Si yo no me enamoro no me sirve, tiene
que ser de dos. Y a mí lo que me pasa es me enamoro en cinco minutos pero me
desenamoro en cinco segundos. Pacté con el diablo: soy afortunada en el dinero,
pero desafortunada en el amor". Tal vez ése sea el destino de una diva que
vive para sus clientes, pienso: cinco minutos de encanto y luego nada.
Angelina ha sido generosa al conversar más de una hora conmigo. Su celular no ha dejado de sonar y para ella no hay nada más importante que la llamada de un cliente. Esta vez sí contesta. Es una profesional y me dice que no quiere llegar tarde a su cita, así que, irremediablemente, me despido.
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