Tal vez tú no lo sepas pero podría ocurrir que cualquier día de
Halloween sientas un impulso repentino de disfrazarte de conejo. ¿Por qué no,
si la mayoría incurre en los mismos clichés de siempre y se disfraza de
vampiro, de desfigurado, de pirata…? Disfrazarse de conejo, a fin de cuentas,
sería algo más original. Convencido, pues, mandarías hacer el traje con tiempo
y te asegurarías de que estuviera listo para esa fiesta en Ensenada a la que
tendrías planeado asistir (supongamos que vives en Tijuana para que esto sea
más viable). Llegado el día, ya con tu disfraz en las manos, se te podría
ocurrir algo todavía más audaz e interesante: ¿por qué no hacer ese viaje en
autobús con el disfraz puesto? Y lo harías. Por diversión, más que por
cualquier otra cosa.
Entonces descubrirías que, además de sorprenderse, la gente disfrutaría
la ocurrencia contigo, y te lo haría saber de distintas formas: un saludo
entusiasta, una felicitación, una porra o la solicitud de tomarse una foto
contigo para subirla “al Face”. Y claro… ¿cómo no compartir un momento como ese,
tan fuera de lo común, en redes sociales? En cuanto hicieras la primera
publicación empezarían a llegar likes y una gran cantidad de comentarios. Hasta
que a alguien, vía Twitter, se le ocurriera hacer una pregunta que te
inyectaría el ánimo necesario para apostar por un cambio de vida: “¿Has viajado
así a la Ciudad de México?”.
Esteban Blanco tiene 29 años y se dedica, entre otras cosas, a cortar
el pelo y a viajar metido en una botarga de conejo, simple y sencillamente
porque un día se le ocurrió, y no encontró razones para no hacerlo. El párrafo
anterior narra, en realidad, el inicio de su historia como Conejo Viajero (nombre
con el que se le identifica en redes sociales), en octubre de 2009. Propenso a
llevar su vida más allá de lo que dictaminan los estereotipos y las buenas
costumbres, Esteban tomó aquella pregunta que alguien le hizo por Twitter como
uno de esos retos que llegan a abrir un universo de posibilidades y, por lo
mismo, no se pueden rechazar. ¿A la Ciudad de México? ¿Por qué no? Lo primero
que hizo fue comunicarse con alguien de la aerolínea para asegurarse de que no
le prohibirían abordar el avión con semejante atavío. “Mientras traiga la cara
descubierta no tendrá ningún problema”, le respondieron. Tal garantía fue la
luz verde que necesitaba para continuar con sus planes.
Por una serie de circunstancias, Esteban no pudo llevar a cabo su plan
sino hasta dos años después, pero una vez llegado el día, se presentó en el
aeropuerto de Tijuana con todo listo para su viaje, incluido, por supuesto, el
disfraz de conejo. Puesto, obviamente. Y entonces, faltando muy poco tiempo
para abordar el avión, dice haber estado a punto de dejarse vencer por los nervios.
“Me revisaron muchísimo antes de dejarme pasar. Además la gente no dejaba de
reírse y eso me puso todavía más nervioso… pero dije: ‘No, ya estoy aquí y
tengo que continuar’, así que mejor me puse a hacer videos para compartir en
Twitter”.
Durante las tres semanas que duró ese viaje, en el que además visitó
Puebla y Oaxaca, Esteban se topó con todo tipo de reacciones en la gente. No
faltaron las risitas y miradas socarronas, por supuesto, pero la mayoría de las
veces, lo que encontraba en las personas con las que se cruzaba era “buena
vibra”, como él mismo dice. “Comencé a notar que la vibra de la mayoría de las personas
a mi alrededor era realmente muy buena, y me encantó. Me di cuenta de que, sin
el disfraz, me convertía en un viajero normal, como cualquier otro; pero cuando
salía a las calles vestido de conejo provocaba alegría en la gente, y eso me
gustaba mucho más. No era raro que alguien se me acercara para preguntarme:
‘Oye, ¿por qué viajas así?’. Yo solo les respondía: ‘¿Y por qué no?’”.
A la fecha, Esteban dice haber perdido la cuenta de los viajes que ha
hecho como conejo, aunque calcula que podrían ser entre treinta y cuarenta.
Hasta ahora, todos sus kilómetros recorridos han sido dentro del país, sobre
todo por una cuestión de economía, aunque eso no significa que no tenga ganas
de salir de México y visitar Sudamérica o Europa, a donde piensa llegar algún
día no muy lejano.
Entre sus peores momentos, sin duda, están las veces que ha tenido que
dormir en la calle… o el día que un policía le pidió que se retirara de la
Macroplaza, en Monterrey, por no contar con una vestimenta adecuada (sic). Pero
eso, evidentemente, nunca lo ha desmotivado ni lo desmotivará a seguir viajando
como le gusta, no solo para seguir provocando alegría en la gente, sino para
seguir haciendo amigos, pues son muchos más los buenos momentos que ha
encontrado en este pasatiempo. “Soy una persona un poco tímida para acercarme a
la gente, pero el conejo hace que la gente se acerque sola y empiece a
compartir sus historias conmigo”.
Tal vez tú no lo sepas pero cualquier día podría ocurrir que sientas un
impulso repentino de escapar, de irte dando brincos de un lado a otro buscando
experiencias más allá del aburrimiento; ese día, tal vez lo menos importante
sea que quieras hacerlo disfrazado de conejo.
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