lunes, 27 de abril de 2015

Cassandra Ciangherotti: refugiada en sus personajes

Perfil publicado en La espirituosa, febrero 2015.

No muy dada al ardid publicitario ni a las estrategias de autopromoción, Cassandra es una actriz discreta, concentrada en su desarrollo actoral más que en las relaciones con los medios. Esta vez, sin embargo, pudimos platicar con la protagonista de Las horas contigo (premio FIPRESCI 2014) a unos días de su estreno en cartelera comercial.


Foto: Jorge Zubillaga


Cassandra era una niña de ocho o nueve años cuando sintió por primera vez la tentación de pisar un escenario. Según recuerda, ocurrió mientras veía a su padre interpretando a Tomás en ¿Por qué no te quedas a desayunar?, comedia de Ray Cooney y Gene Stone que se estrenó en México unos años antes de que el calendario señalara que habíamos llegado al siglo XXI. “Sentí el impulso de entrar a media escena solo para ver qué provocaba mi presencia en el escenario”, me cuenta en un café de la colonia Condesa. Hoy, a sus 28 años, Cassandra Ciangherotti presume ya una trayectoria importante como actriz, y algo tuvo que ver en ello la manera en que reaccionó aquella noche Fernando Luján, cuando su hija le confesó lo que estuvo a punto de hacer horas antes, en el teatro. ¿Y por qué no lo hiciste?’, me contestó con la mayor naturalidad. En ese momento algo pasó en mí. Entendí que si tenía ganas de entrar al escenario simplemente debía hacerlo. Fue como si me hubiera dicho: ‘Claro que puedes, ¡adelante!’; es algo que recuerdo con mucho cariño”.

El cromosoma de la actuación
Parte de una familia en la que abundan actores y actrices –incluyendo a la dinastía de los hermanos Soler–, Cassandra parece simplemente haber dado cauce a lo que su naturaleza le estaba pidiendo a gritos, pues desde niña se sintió maravillada por las historias que oía de su padre sobre el teatro que se hacía en México décadas atrás. “Siempre me pareció un mundo fascinante… los actores de antes estaban preparados para el esgrima, hacían sus propias pelucas; al lugar al que iban llegaban con una maleta donde tenían disfraces para cuatro personajes distintos que sabían hacer perfectamente. Mi papá se sabía libros enteros de poesía, bailaba el bolero de Ravel… ¡era una época padrísima!”. Tan fuertes fueron los genes actorales en la familia de Fernando Luján, que además de sus padres, su hermano y dos sobrinos, seis de sus diez hijos (Fernando, Canek, Vanessa, Valeria, Cassandra y Paolo) han seguido estos mismos pasos. 
            En el caso de Cassandra la influencia no llegó solo por el lado paterno. De su madre, la también actriz Adriana Parra, dice haber heredado una gran pasión por hacer las cosas: “Mi mamá es una mujer súper pasional, que llora hasta con los comerciales de Coca Cola. Si le gusta una película te la cuenta actuando la escena dramáticamente”. Así, con tales antecedentes, era casi una obviedad que, terminando la preparatoria, quisiera estudiar actuación.

Detrás de sus personajes
Cassandra cuenta que una vez, estando en una comida en la que se encontraba Vicente Leñero, el escritor empezó a hablar sobre una película que había visto recientemente y le había dejado una muy buena impresión. La parte curiosa de la anécdota es que una buena parte del elogio se llevó a cabo sin que Leñero se percatara de que, sentada junto a él, estaba una de las protagonistas de la cinta a la que se refería. Se trataba de Viaje redondo, dirigida por Gerardo Tort y coprotagonizada por Teresa Ruiz y Cassandra Ciangherotti, quienes, en noviembre de 2009, fueron reconocidas en la categoría de Mejor interpretación en el Festival Internacional de Cine de Amiens por su trabajo en dicho film. “A mí me pasa mucho que la gente no me reconoce, y eso de alguna manera me da gusto, porque soy una actriz a la que le gusta refugiarse detrás de sus personajes”.
             No muy dada al ardid publicitario ni a las estrategias de autopromoción, Cassandra es más bien una actriz discreta, concentrada más en su desarrollo que en las relaciones con los medios, y convencida de que es su trabajo quien debe hablar por ella. Por eso nunca ha tenido representante ni se ha empeñado en hacer televisión, que es la mejor manera de darse a conocer ante el público. En cambio, ha optado por participar prioritariamente en proyectos de teatro (Inmigrantes con habilidades extraordinarias, El efecto de los rayos gamma, La piel en llamas, El demonio y el idiota y Los ingrávidos están entre los más importantes) y de cine, algunos de bajo presupuesto, un tanto arriesgados, pero que han significado para ella retos más interesantes y satisfactorios. En 2009, por ejemplo, poco después de haber hecho Viaje redondo, volvió a tener una importante proyección internacional al trabajar junto a Gael García en También la lluvia, una producción española dirigida por Iciar Bollain y escrita por Paul Laverty, quien ha hecho nueve guiones para Ken Loach, entre los que destaca El viento que agita la cebada, que ganó la Palma de Oro en Cannes en 2006. Otro ejemplo de lo anterior es Los parecidos, una producción mexicana con tintes gore y surrealistas que recién terminó de filmar.

Las horas contigo
Desde 1995, cuando se estrenó Dos crímenes, Roberto Sneider solo ha vuelto a dirigir dos películas: Arráncame la vida (2008) y Ciudades desiertas, que actualmente está en posproducción y todo indica que pronto veremos en cartelera. En las tres, el cineasta fungió, no solo como director, sino como guionista y productor. Pero ¿por qué nos referimos a él? Porque, no solo es culpable de que Cassandra haya hecho el papel de Martha en su cinta más reciente, sino de que Catalina Aguilar Mastretta la considerara –y finalmente la eligiera– para protagonizar su ópera prima, Las horas contigo, en la que él mismo figura como productor.
A poco tiempo de su estreno en cartelera comercial (15 de enero), Las horas contigo parece reunir los elementos para dar un buen golpe en taquilla. En primer término, pensemos en el historial de Sneider, donde figuran por lo menos dos logros rotundos como productor: Frida, que recaudó 56 millones de dólares, y Arráncame la vida, que con casi 100 millones de pesos figura entre las quince películas mexicanas más taquilleras de todos los tiempos. Más allá de eso está el notable trabajo de Catalina, hija de los escritores Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta. Tanto en su papel de directora como en el de guionista, la apenas treintañera logra contar su historia como pocas veces hemos visto en producciones nacionales recientes, apoyándose en personajes muy bien delineados, capaces de llevar diálogos inteligentes y que transitan por una trama sencilla pero construida finamente y con una gran eficacia. Por último, hay que destacar el trabajo actoral de las cinco mujeres que están presentes durante la mayor parte del film. La química que se genera entre Isela Vega, María Rojo, Cassandra Ciangherotti, Arcelia Ramírez y Evangelina Martínez resulta fundamental para que esta historia tan femenina –mas no feminista, y ese es uno de sus logros– se vuelva verdaderamente entrañable para el espectador.


jueves, 23 de abril de 2015

Dedicatoria a fracasados

Después de 15 años la verdad no recuerdo qué fue lo que me motivó a hacer esta dedicatoria como preámbulo a mi novela Alguien se está muriendo (Universidad Autónoma de Chihuahua, 2000). Es decir, hay una razón obvia, y es que se narra la historia de un suicidio, pero también es obvio que hubo algo más y eso es justo lo que olvidé; quizás para bien. 





















Más allá de la ingenuidad, la sentencia "Querer es poder" provoca risa, si no miedo...
Dedico esta pequeña obra a los que han querido con toda el alma y no han podido: a la pareja de jóvenes que se casó creyendo en la felicidad y encontró en el matrimonio la desgracia; al adolescente soñador que quiso enfrentar la injusticia del mundo y, por inercia, es hoy un tirano más sin tener la culpa; a la madre que ha visto morir a un hijo siendo todavía un pequeño; al pequeño, que siendo todavía un niño ha visto morir a su madre; al que fue asesinado por defender el derecho a la vida; al borracho que nadie acompaña; a la que ganó Señorita Simpatía como premio de consolación; a la que nunca hubiera entrado a un certamen de belleza; a los viejos corroídos por la angustia de la muerte progresiva; a los desempleados; a los explotados; a los tímidos, que nada les resulta, y no es porque no quieran; a los que están solos y se dan cuenta; a los que están solos y no se han dado cuenta; a los artistas, juzgados locos, precisamente por querer tanto y tan fuerte; a los feos; a los que no creen en Dios porque no pueden y saben que es terrible; a los que no creen en el hombre porque no pueden y saben que es diez veces peor; a los que mueren aferrados a seguir viviendo, pero mueren; a los que mueren al inicio de un proyecto grande; a los que mueren antes de nacer; a los que matan antes de que nazcan; a los que quieren morirse y no se han atrevido; a los que alguna vez creyeron que es suficiente querer y despertaron gritando...
     A ellos, que conocen (porque viven) la contradicción, el miedo, el absurdo, la injusticia, la impotencia, el fracaso. A ellos porque veo que casi nadie los menciona por miedo al contagio.
     Hay que aceptarse fracasado para reconocerlos, para reconocerse uno mismo entre ellos; hay que ser un poco cínico para decir "¡Felicidades a los fracasados!", y seguir queriendo con toda el alma. Yo lo digo.

martes, 7 de abril de 2015

La pelea del siglo


Artículo publicado en la revista Interjet, abril 2015.



Floyd Joy Sinclair, conocido también como Floyd Mayweather Jr, Pretty Boy o Floyd Money Mayweather, aparece vestido de amarillo con negro dando hachazos a un enorme tronco caído. Durante 30 segundos, el boxeador no hace más que impactar el hacha contra la madera, sin pronunciar palabra ni dirigirse a la cámara que registra sus movimientos. El propio Mayweather hizo circular este video a través de su cuenta de Twitter, para que luego fuera compartido cualquier cantidad de veces, tanto por usuarios particulares de redes sociales como por diversos medios representantes de la prensa internacional. Pero ¿cómo una pieza tan simple como ésta logra viralizarse a tal grado? Existen tres factores determinantes: A. El leñador es en realidad uno de los mejores y más famosos boxeadores del mundo (si no el que más, en ambos casos). B. La práctica nos remite a los entrenamientos de Rocky, el protagonista de la saga de películas sobre boxeo más taquillera en la historia del cine. C. Cuando el video se hizo público (el pasado 16 de marzo) faltaban 47 días para que Floyd “Money” Mayweather enfrentara a Manny “Pac-Man” Pacquiao, un duelo que tardó más de cinco años en concretarse y al que los especialistas han llegado a referir como “la pelea del siglo”.

Cuento de nunca acabar
La primera vez que se mencionó la posibilidad de que estos dos peleadores se encontraran sobre el ring fue en diciembre de 2009. Por las características y logros alcanzados por parte de ambos peleadores, ningún otro duelo se antojaba tan intenso y espectacular como el que protogonizarían estos dos titanes, así que la reacción de los aficionados no se hizo esperar.

La pelea, según lo anunció la cadena de televisión ESPN, se realizaría el 13 de marzo del año por venir. Se especuló, incluso, que llegaría a generar la mayor derrama económica en la historia del boxeo, con cálculos de hasta 300 millones de dólares. Sin embargo, todo se vino abajo a finales de ese mismo mes, al no llegar a un acuerdo sobre cómo realizar las pruebas antidopaje antes y después del encuentro.

El 13 de mayo de 2010, Bob Arum, dueño de Top Rank, promotora del filipino, volvió a hablar públicamente sobre un posible enfrentamiento. Un mes después, Oscar de la Hoya, dueño mayoritario de Golden Boy Promotions, aseguró que las negociaciones estaban por concluir favorablemente. Sin embargo, el tiempo transcurrió sin que los planes se concretaran y, nuevamente, todo quedó en meras especulaciones.

En septiembre de 2010, cuando nadie entendía por qué las promotoras no podían llegar a un acuerdo, Mayweather complicó aún más las cosas al publicar en internet un video lleno de insultos hacia Pacquiao. “Vamos a cocinar a ese pequeño tonto amarillo”, dijo. “Una vez que destroce al enano, haré que ese hijo de puta me haga un rollo de sushi y me cocine un poco de arroz”. En el video, además, el estadounidense volvió a acusar al filipino de utilizar sustancias ilegales para mejorar su rendimiento, algo que ya había hecho a principios de ese mismo año, y le había valido una demanda por difamación.

Hasta que un día…
Así se fue yendo el tiempo –y los mejores años de ambos pugilistas–, hasta que el pasado 27 de enero, mientras se llevaba a cabo un partido de la NBA en la American Airlines Arena, casa del Miami Heat, las cámaras de FOX captaron a estos dos boxeadores entre el público: Mayweather ocupaba un asiento junto a la banca del equipo local; Pacquiao se encontraba cerca de la banda contraria, casi enfrente. Quienes esa noche estuvieron en la arena o vieron el partido por televisión, fueron testigos de cómo, al término de la primera mitad, el estadounidense se dirigió hasta donde se encontraba el filipino para darle la mano e intercambiar unas palabras con él.

Apenas unas semanas después, luego de que, por fin, el 20 de febrero se anunció como un hecho que la pelea se llevará a cabo el próximo 2 de mayo, el filipino aseguró que aquel encuentro fortuito resultó ser uno de los factores decisivos para llegar a un acuerdo sobre las condiciones del duelo; otro, aseguró determinante, fue su humildad: “(La pelea sucederá) porque estuve de acuerdo en que la repartición fuera 60-40% –comentó en entrevista con Michele Beadle, de HBO–. Gracias a ello, esta pelea es una realidad”. Y es que, en su calidad de invicto, Mayweather exigió como parte del trato que, al momento de repartir las ganancias, hubiera un “lado A” y un “lado B”. Pacquiao, finalmente, aceptó tal condición y con ello hizo posible lo que desde 2009 no se había podido concretar.   

De pronósticos reservados
Después de tantos años subiendo al ring como el rival a vencer, esta vez Manny Pacquiao figura como “el débil” de la contienda. Esta circunstancia, sin embargo, parece no incomodar en lo más mínimo al filipino, sino todo lo contrario. “Es bueno no ser el favorito –declaró el mes pasado en una entrevista para CBS Sports–. Me ayuda mucho a enfocarme en entrenar. Siento como si estuviera comenzando otra vez”.

Una vez que se hizo oficial el combate, los principales portales de apuestas en el mundo colocaron a Mayweather con una ventaja de 3 a 1; es decir, para ganar 100 dólares había que poner 300 en juego. Al cierre de esta edición, esa aparente superioridad inicial se ha reducido a 2.25 a 1, lo que significa que, para ganar 100 dólares, solo es necesario poner en juego 225 (por otro lado, 100 dólares a favor de Pac-Man se convertirían en casi 190 de ganancia según los momios actuales).

Quienes ven en Mayweather mayores posibilidades de acreditarse el triunfo, supondrán que logrará imponer su impecable técnica para eludir el daño para luego lastimar a su rival en un feroz contraataque; quienes se decantan por Pacquiao, pensarán que aún mantiene algo de esa velocidad mortífera que mostró hace unos años, y podrá franquear la férrea defensa del norteamericano. Pero, más allá de lo que pueda deducirse al analizar la trayectoria de ambos pugilistas y ver los momios en las casas de apuestas, lo más sensato sería entender esta pelea, la pelea del siglo, como de pronóstico reservado.



Oro y esmeraldas
En la pelea se defenderán tres títulos de peso wélter: el del Consejo Mundial de Boxeo (WBC) y el de la Asociación Mundial de Boxeo (WBA), que pertenecen a Floyd Mayweather; y el de la Organización Mundial de Boxeo (WBO), que pertenece a Manny Pacquiao. Por ello, Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, mandó diseñar un cinturón especial, con incrustaciones de esmeraldas y las siglas WBC en oro de 24 kilates, para al vencedor. El valor de la faja se estima en casi un millón de dólares.


Pelea millonaria

  • Aunque el MGM Grand Garden Arena solo tiene capacidad para 16,800 espectadores, se espera que el combate se convierta en el evento deportivo más lucrativo de la historia debido al costo de las entradas. 
  • La página GoTickets.com empezó ofreciendo el boleto más barato en 3,749 dólares y en 22,500 el más caro, en ringside. Tres semanas después, el asiento menos costoso había llegado a los 5,525 dólares, mientras que los pases para ringside se habían agotado.
  • En Ticketstogo.com, el asiento más caro, en ringside, llegó a costar 101,250 dólares a mediados de marzo, lo que equivale a más de un millón 500 mil pesos mexicanos.
  • Mayweather Promotions y Top Rank esperan recaudar 50 millones de dólares en taquilla.
  • Se estima que la bolsa a repartir entre los boxeadores alcance los 200 millones de dólares, de los cuales, el 60 % (120) correspondería a Mayweather y 40% (80) a Pacquiao.
  • En cuanto a la transmisión de la pelea, estará a cargo de HBO y Showtime, en modalidad pago por evento, y se estima que llegará a más de 3 millones de hogares. Considerando que el costo oscilará entre 90 y 100 dólares, se puede calcular una ganancia aproximada de 300 millones de dólares bajo este concepto
  • En lo que respecta a México, al cierre de la edición todo parece indicar que tanto Televisa como TV Azteca llegarán a un acuerdo para transmitir la pelea en televisión abierta.


jueves, 2 de abril de 2015

Vivir un maratón desde el costado



Una versión editada de esta crónica se publicó en la revista México Desconocido, abril 2015.




4:50 horas
Bajamos del taxi frente al estadio Teodoro Mariscal. A diferencia de lo que recuerdo sobre Mazatlán, la madrugada es fría. Tendrá que ver que es la primera vez que estoy aquí a finales de noviembre, “ya” despierto y no “todavía”, como solía ocurrir cuando venía con mis amigos en verano. Hoy es distinto: estoy aquí con y por mi esposa, quien lleva meses preparándose para correr su primer maratón. La idea de volver a Mazatlán después de tantos años me pareció seductora; ser parte del Maratón Pacífico, aunque sea solo como animador –un sedentario a ultranza no podría aspirar a más–, también lo es. 

5:45 
El rededor del estadio está lleno de corredores haciendo estiramientos. A 45 minutos del disparo de salida, tal vez haya llegado un 80 o 90% de los más de 12,000 inscritos. Aún no sale el sol ni la temperatura aumenta, pero el ánimo de los deportistas ha caldeado el ambiente. Mi mujer trota para entrar en calor. 

6:25
Ha empezado la cuenta regresiva. Mientras los corredores esperan el arranque, amigos y familiares lanzamos arengas desde nuestra posición de espectadores: “¡Venga!”. “¡Tú puedes!”. “¡Con todo!”. Pero quienes realmente aportan el ambiente son los que tocan en la tambora, que ya pusieron a bailar a varios. Hace unos meses, el coordinador del evento anunció que cada cinco kilómetros habría una banda sinaloense tocando, para animar a los corredores… he aquí la primera. 

6:28
Nadie le dice a los de la banda que dejen de tocar, así que ellos siguen en lo suyo cuando suenan los primeros trompetazos de Gonna Fly Now, aquella pieza icónica que nos puso a todos la piel de gallina mientras veíamos a Rocky boxear contra reses colgadas en canal, antes de enfrentar a Apollo Creed. Las edecanes no saben a qué ritmo bailar, hasta que los de la banda se dan cuenta del ruidajo y silencian sus instrumentos. Xóchitl y yo intercambiamos sonrisas a distancia. La carrera está por comenzar.

6:31
Correr un maratón puede responder a tres fines distintos: llegar entre los primeros lugares, mejorar una marca personal y completar la ruta, que ya es bastante meritorio. Xóchitl se ubica en esta categoría, y es justo esta idea la que lleva en mente al arrancar: ser capaz de correr más de 42 kilómetros sin detenerse. Aguantar el cansancio, aguantar el dolor, aguantar el calor húmedo, el sol de frente; aguantarse las ganas de renunciar. Mientras algunos corredores compiten por ganar las primeras posiciones, ella se concentra en encontrar el ritmo que debe mantener durante las próximas cuatro o cinco horas. 

Más de 12,000 corredores es igual a más de 12,000 rostros llenos de determinación. Sea cual sea su objetivo a cumplir, todos parecen dispuestos a llegar al límite para lograrlo. 

8:49
Para quienes corren un maratón con aspiraciones de ganar, la carrera puede transcurrir muy rápido, si se compara con lo que dura para la mayoría. Al keniata Stephen Njoroge le bastaron dos horas, 18 minutos y 36 segundos para terminar como ganador. El logro alcanza grado de proeza; incluso para quienes en este momento no han llegado ni siquiera a la mitad del recorrido, y cruzar la meta les tome tal vez cuatro horas más. Ellos no son atletas de alto rendimiento sino estudiantes, amas de casa, empresarios, trabajadores… que por alguna razón decidieron perseguir este sueño y ahora están por lograrlo. 

Gracias a una aplicación en mi celular, veo que Xóchitl acaba de superar el kilómetro 23. Si mantiene esa velocidad promedio de diez kilómetros por hora terminará en poco más de cuatro horas, un gran tiempo para ser su primera vez.

9:22
Cada dos kilómetros hay grupos de voluntarios dando agua a los corredores. Yo estoy junto al stand del kilómetro 30, donde quedé de verme con Xóchitl, cuando suena el teléfono. Es ella. Contesto preocupado ante el imprevisto. “¿Me puedes comprar una coca? –alcanza a decirme–. Estoy ahí como en cinco minutos”. Cuelga. Ups.

9:28 
Coca en mano, alcanzo a distinguir su top naranja desde lejos. Mientras avanzo hacia ella veo a una corredora con sangre en la rodilla. Imagino lo doloroso que debió de haber sido el golpe al tropezar; aun así, sigue moviendo las piernas. Xóchitl ya está a unos cuantos metros, empapada en sudor. El sol le pega de frente. Estiro el brazo con el refresco y empiezo a correr junto a ella. “¿Cómo te sientes?”. Ella me mira apenas y levanta el pulgar. “¡Vas muy bien! ¡Ánimo!”. Sonríe como puede y sigue su camino hacia el kilómetro 31.  

11:03-11:04
Tras la llegada de los primeros lugares, el ambiente en la meta se fue viniendo abajo. ¿A quién le importa la llegada del decimosegundo lugar? ¿Y la del 436? Ni hablar del 2,324. Es injusto, pues basta estar ahí, como testigo, para entender que cada quien, al cruzar la meta, conquista una victoria personal.

Después de varios minutos afinando la vista alcanzo a verla. Me alegra comprobar que su paso sigue firme y sus rodillas limpias. Aunque llevo horas admirando el esfuerzo de miles de corredores nada se compara con lo que siento al ver a mi esposa a punto de lograrlo. Seré el único que celebre junto a ella el término de los 42.195 kilómetros, después de correr durante cuatro horas y 31 minutos. Nos abrazaremos, se nos saldrán las lágrimas, le diré que estoy muy orgulloso, y aunque a nadie alrededor le importe lo que ocurra entre nosotros, será un momento de gloria... uno más entre los miles que se viven cada año en Mazatlán.